Publicado: 09/10/2016 - Actualizado: 20/05/2019
Autor: Antonia González
Quiero hablaros de la importancia de la relación madre-hija en los problemas de infertilidad. Hoy seré muy breve en mis palabras y explicaciones. Hoy quiero dejaros un regalo hecho de palabras, un ejercicio maravilloso, que lo he extraído del libro “El viaje heroico de la mujer. Etapas y claves del proceso femenino”, del que ya os he hablado en otras ocasiones. Y que por supuestísimo os recomiendo su lectura, pero para aquellas más vagas para leer, os dejo este fragmento del libro de Maureen Murdock.
Es algo demasiado habitual ver en consulta a mujeres que tienen problemas de fertilidad, que están en la búsqueda de su embarazo, es muy habitual ver problemas de relación con los padres. Sobre todo con la madre.
La relación madre-hija, es especial, para bien o para mal, pero especial. Y como os decía, me encuentro en demasiadas ocasiones, que este vínculo TAN importante, está roto, o está agrietado…
Hay una información celular, genética, emocional, inconsciente que acogemos de nuestra madre o figura materna, y que será la que nos ayudará a entender la maternidad, a entender la fertilidad y lo que implica tener un bebé.
Por ESO es tan importante ser honestas y preguntarnos cómo ha sido, o es, la relación con nuestra madre, cómo ha sido la relación madre-hija porque eso determina muchas cosas de nuestra vida actual y futura.
Si cuando hagas el ejercicio sientes que todo está sanado en tu relación madre-hija, si sientes alivio, perfecto. Pero si no es así, mi recomendación es que pidas ayuda, hay trabajo pendiente…
Os dejo el ejercicio:
“Este rito se centra en el restablecimiento de la relación que existe entre tu madre y tú (o entre tu hija y tú). Puedes celebrar este rito sola o con un grupo de mujeres que también estén comprometidas en la sanación de su ruptura madre/hija. Si no tienes un grupo de mujeres, pide el apoyo y la presencia de una amiga íntima. Cuando te decidas a celebrar este ritual, no sólo manifiestas la intención de restablecer tu relación con tu madre sino que también te autoinvitas a alinearte con lo que se necesita para sanar la ruptura presente en el interior de tu naturaleza femenina.
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Pon un bonito altar de flores, una vela y una imagen o una figura de la Diosa para honrar tu relación con tu madre. Busca una fotografía de tu madre o cualquier objeto que ella te haya dado y que colocarás más tarde, durante el desarrollo del ritual, en el altar. Al empezar el ritual, invoca la guía y la sabiduría de la Madre Diosa.
Tanto si alguna vez te has sentido querida, aceptada, protegida, alimentada y bien recibida por tu madre, como si te has sentido rechazada, abandonada y criticada; tanto si tu madre ha estado presente como ausente, si ha podido tocarte o no, vas a realizar este ritual para honrar a tu madre de forma que llegues a conseguir aceptar, al menos parcialmente, quién es o quién fue en tu vida.
De algún modo, tu madre lo hizo lo mejor que pudo teniendo en cuenta su propio ambiente familiar, el momento histórico que le tocó vivir, su sentido maternal o su carencia del mismo, su salud, su situación económica, estado civil, lo que le estaba socialmente permitido como mujer, y el apoyo que recibió para ser una buena madre, tanto de su esposo como de la cultura a la que perteneció.
Rinde honor a su fuerza, su sabiduría y su capacidad de entendimiento, y agradécele el haber elegido que nacieras. (Puede que en este momento no te sientas con fuerzas para hacerlo, pero de lo que se trata en este momento es de abrir el corazón para que puedas creer que tu madre hizo las cosas lo mejor que supo.) Al realizar este rito vas a curar las heridas de tu madre a la vez que las tuyas, de forma que ya no te vuelva a acompañar la idea de tu madre unida a una sensación de dolor, sino que a partir de ahora puedas empezar a sentir ante esa idea la luz de tu madre.
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Piensa qué es lo que necesitas conseguir a través de este rito para mejorar tu relación madre-hija. Por ejemplo, si necesitas comprenderla, perdonarla, sentirte responsable de ella, aceptarla, sacar algún aspecto de ella que ella haya mantenido oculto, llorar su pérdida, dejarla ir, pedirle a ella que te deje marchar…
Coloca el objeto o la fotografía en el altar y ve enunciando en voz alta la línea femenina de tu genealogía. Por ejemplo, yo tendría que decir: “Soy Maureen Elizabeth, nieta de Julia Frances Virginia Dunn, hija de Julia Frances Virginia, hermana de Rosemary Teresa, madre de Heather y Brendan”.
Si otras mujeres toman parte de este rito haz una breve semblanza de tu madre. Después, dirígete directamente a tu madre y cuéntale qué es lo que aprecias de ella. Cuando hayas terminado, enciéndele una vela, bendícela y deja que se vaya. ”
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