Publicado: 13/11/2016 - Actualizado: 20/05/2019
Autor: Antonia González
Querid@s míosssssss, como cada semana, os voy a dejar un texto, de esos que solo escriben los sabios, y que espero os ayude en vuestro proceso de fertilidad, porque como os he explicado en tantas ocasiones, nuestro sistema familiar es determinante para SER nosotros padres. Debemos pensar también en ser hijos.
Este texto de lo que supone ser hijos, lo he conocido gracias a otro de las grandes, Enric Corbera, y abajo os dejo la fuente, por si queréis seguir investigando, esto solo es una semillita…. Que espero que llegue al centro del corazón…..
“Cada uno de nosotros lleva un mensaje de sus antepasados en todas las células de su cuerpo”.
Toda la historia de la especie humana está escrita en el ADN que llevamos dentro. Cada uno es testigo de parte de la historia, más de lo que lo pueda serlo cualquier daga de bronce u otro utensilio que ofrezca detalles de formas de vivir antiguas. Somos una fuente de información que lleva datos de nuestro linaje más cercano y también del más antiguo. El ADN mitocondrial que llevamos dentro proviene de un pasado remoto.
Bryen Sykes es profesor de genética humana en el Instituto de Medicina Molecular de la Universidad de Oxford, Decano del Wolfson College y Fundador de la empresa Oxford Ancestor que realiza análisis del ADN mitocondrial a particulares que deseen conocer sus ancestros. En su libro Las siete hijas de Eva, nos dice: “He descubierto con asombro que todos estamos emparentados por vía materna con un pequeño grupo de mujeres que vivieron hace decenas de miles de años”.
La mayoría del ADN que tenemos lo heredamos de nuestros padres y está en los cromosomas del núcleo pero fuera del núcleo hay una especie de gránulos llamados mitocondrias y cada una de ellas tiene su propio ADN. Son excelentes para reconstruir el pasado porque el ADN mitocondrial lo heredamos exclusivamente de nuestra madre y ella de la suya y así sucesivamente. Existe una línea materna única de nuestros ancestros. Sykes afirma que “si analizas a muchos europeos resulta que tienen un ADN africano, es una mezcla total. Hubo una época en que creíamos que podíamos definir los grupos étnicos según su base genética pero no es así.”
Tenemos en común el mismo fragmento de ADN que se ha transmitido desde nuestras antiguas antepasadas maternas. Según Sykes “lo utilizamos constantemente. Las células de todos los tejidos están leyendo el mensaje que contiene y siguiendo sus instrucciones millones de veces por segundo. Cada átomo de oxígeno que introducimos en nuestros cuerpos al respirar tiene que ser procesado según la fórmula que hemos heredado de nuestras antepasadas. Esta es una conexión muy fundamental en sí misma”. La ruta por la que este gen llegó hasta nosotros ha seguido el mismo recorrido que las conexiones madre-hija. Es un testigo vivo del ciclo de dolor, crianza y amor constante que se inicia cada vez que nace un niño.
Esta conexión entre los miembros del clan no ha resultado tan obvia hasta ahora porque la historia familiar y la genealogía están dominadas por la herencia por vía masculina. Pero la causa última es la actitud patriarcal de la civilización occidental, la misma que encontrábamos en las primeras teorías de la herencia. “La riqueza y la posición social eran las únicas cosas que se consideraba que valía la pena heredar, y se transmitían por la línea masculina”. La historia se ha escrito en función del apellido heredado del padre, sin embargo la esencia de lo femenino está muy arraigada en el ADN mitocondrial y se podría hacer un árbol genealógico gigante siguiendo el rastro de las mujeres.
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Para la Bioneuroemoción® la confirmación de que estamos unidos por un mismo linaje remoto corrobora, desde un punto de vista científico, que venimos de la misma fuente y por lo tanto, estamos todos unidos. La idea de un árbol genealógico gigante ilustra perfectamente la noción de unidad. Cuando nos sentimos parte de un todo no vemos los polos opuestos sino los complementarios.
Por otra parte, sabemos que el rol de la madre es uno de los más importantes de la naturaleza. En todos los animales, desde los reptiles hasta los mamíferos, las madres saben lo que tienen que hacer y cómo comportarse. Las madres humanas son las únicas que tienen dudas. Desde la Bioneuroemoción® sabemos que una madre consciente regresa a ese estado de saber lo que tiene que hacer de forma natural, conectando con su esencia. Una madre consciente siente el vínculo emocional con el bebé, se sabe en conexión permanente con la criatura y entiende que el diálogo con el niño o la niña va más allá de las palabras. Las emociones son el lenguaje que entiende el campo. Una madre consciente conecta con su bebé y al mismo tiempo está conectada con todas las madres de su árbol. “
Referencia
Sykes,B, Las siete hijas de Eva, Editorial Debate, 2001
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